Y, ¿donde quedaron esas promesas de media noche? esas palabras en pleno susurro que a pesar de todo resonaban en mi cabeza. ¿Donde quedaron esas caricias que juraron nunca desaparecer? ¿Donde quedo el beso agitado entre risas y susurros? Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, creo que mas bien, sabíamos lo que teníamos pero lo dejamos perder, lo dejamos irse mas allá de un abismo. ¿Donde quedo ese poema de Becquer, que recitaba lo muy enamorados y a la vez miserables que podíamos estar a veces? Aun recuerdo ese 28 de Diciembre, donde todos reían y lloraban de felicidad, las luces apocaban la oscuridad, los fuegos artificiales dejaban colores en el cielo estrellado, y mientras, tu tocabas aquello que nos hacia débiles, nos hacia perder la razón. Esa noche, dos almas totalmente diferentes se unieron, una iba de Valencia, y la otra de Barcelona. Pero terminaron en Madrid, siendo ellos los dueños de esa luna que no dejaba su brillo.
No dejabas de repetir lo grandes que eran mis ojos cafés, y los claros que se ponían en la noche. Y yo no dejaba de decirte lo gracioso que eran tus caras, cada que decía una tontería de las mias y sin embargo, tu reías ante ellas. Aquel chico de gorro azul, aun me sigue preguntando, ¿donde estábamos ese 28 de Diciembre? y yo solo sonrió, sin decir una palabra.
Mi nacionalidad te confundía, no sabias realmente que era, si una chica de versos rotos, o una extraña en su vida, pero a mi me confundían tus sonrisas, porque una era real la otra solo estaba allí porque si. Esa noche me dijiste que no te querías ir, y yo te rogué que no lo hicieras, sin embargo lo hiciste, pero no porque quisiste, si no porque era tu deber. Quien diría que tu música llegara hasta Alicante, y se escuchara en Catalaña, bailándola en Valencia y amándola en Barcelona, donde tus ojos miraron por primera vez los míos, y donde todo termino siendo la casualidad mas bonita.
Sigo preguntándome, si aun tocas esa cancion con los ojos rojos, la respiración entre cortada y el corazón roto. Porque si es así, te confieso que yo aun sigo escribiéndote, con las manos frías, los ojos nublados y el corazón extrañándote.
